Atabei Rivera Mirabal
Literatura Comparada
Facultad de Humanidades
Resumen:
Esta investigación estudia cómo las masculinidades representadas en Romeo y Julieta son asociadas a la violencia patriarcal de la sociedad renacentista. Propongo que la feminización de Romeo da cuenta de una masculinidad ambivalente que, al intentar conciliar discursos opuestos, desestabiliza la estructura patriarcal; mas esta estructura retoma su forma rápidamente por medio de la violencia. La feminización del sujeto masculino, representado en Romeo, no transgrede los roles de género, sino que reitera los valores cortesanos basados en una posición de servidumbre frente a la autoridad de su Señor. Este modelo de servidumbre, como la relación masoquista, encierra una violencia latente que emerge cada vez que se abren fisuras. Elaboro mi estudio a partir de los comentarios de Joan Kelly sobre El cortesano de Castiglione y los de Constance Jordan sobre las teorías de Erasmo de Rotterdam, y tomo en cuenta el análisis de Slavoj Žižek sobre el amor cortés y varias construcciones de la masculinidad.
Palabras clave: masculinidad, amor cortés, género
Abstract:
This paper studies the connection between the masculinities presented in Romeo and Juliet and the violence associated to patriarchy during the Renaissance. I propose that Romeo’s feminization points to an ambivalent masculinity, which destabilizes patriarchy when trying to reconcile opposing discourses. However, this patriarchal structure is promptly stabilized by the irruption of violence. The subject’s feminization does not infringe gender roles but reiterates courtly values based on the service owed to his Lord. The subordination of the servant to the Lord in the courtly model, as with the case of masochism, contains underlying violence that emerges whenever this structure stumbles. I draw from Joan Kelly’s commentary on Castiglione’s The Book of the Courtier and from Constance Jordan’s on Erasmus’ theories. In addition, I take into account Slavoj Žižek’s analysis of courtly love and the various notions about masculinity.
Keywords: masculinity, courtly love, gender
Introducción
La masculinidad forma parte de los discursos en torno al género que comenzaron a circular en el Renacimiento. Desde el medioevo, la diferencia entre hombre y mujer se sustentaba en una “ley natural” derivada de las escrituras religiosas. El binomio hombre/mujer establecía una jerarquía en la que los atributos del hombre tenían mayor valor en la sociedad patriarcal. Este discurso tradicional hacía un vínculo directo entre el sexo y comportamientos y características particulares, es decir, naturalizaba los roles de género. La transición del feudalismo a la monarquía absoluta conllevó a la proliferación de discursos contrarios, variaciones en la forma de pensar de los individuos y su lugar en la sociedad. Por un lado, el libre albedrío, el principal determinante del matrimonio de acuerdo al Derecho canónico a partir del Concilio de Trento, sirvió como argumento a favor de la igualdad espiritual de la mujer. Por tra parte, el surgimiento de la burguesía y la disminución del poder de la nobleza trajeron consigo lo que fue considerado una feminización de la posición de los hombres con respecto al poder del monarca, pasaron de vasallos a siervos. Esto es, lo masculino y lo femenino, tradicionalmente concebido como innato al hombre y la mujer, comenzó a considerarse en su dimensión asociada con la posición social sin estar ligado necesariamente al sexo del individuo. Estas variadas concepciones sobre lo que significa ser hombre o mujer atraviesan los textos literarios de la época. Así, en el teatro isabelino, entonces encontramos mujeres viriles y hombres femeninos, personajes que se hallan en conflicto por la imposibilidad de compaginar los distintos discursos que los sujetan.
Este conflicto se observa en el “Romeo” que William Shakespeare recrea. Las peripecias que éste sufre son consecuencia de su incapacidad para conciliar el Derecho canónico con el civil. Además, su adhesión a la tradición literaria del amor cortés lo feminiza ante la mirada de Tybalt y Mercutio, que profesan su hombría a través de la violencia física. Propongo que la actitud de Romeo da cuenta de una masculinidad ambivalente que desestabiliza la estructura patriarcal; mas esta estructura retoma su forma rápidamente por medio de la violencia. La feminización del sujeto masculino, representado en el joven Montesco, no transgrede los roles de género, sino que reitera los valores cortesanos basados en una posición de servidumbre frente a la autoridad de su señor. Este modelo de servidumbre, al igual que la relación masoquista, encierra una violencia latente que emerge cada vez que se abren fisuras para reestablecer la hegemonía de lo masculino.
Objetivos del estudio
Este estudio se elabora a partir de los comentarios vertidos por Joan Kelly sobre El cortesano de Castiglione y los de Constance Jordan sobre las teorías de Erasmo de Rotterdam. El ensayo toma en cuenta el análisis de Slavoj Žižek sobre el amor cortés y varias construcciones propuestas sobre la masculinidad. El personaje de “Romeo” expresa su deseo sexual a través de la retórica idealizada del amor cortés y rehúye la reyerta. Su feminización, por un lado, lo acerca al modelo de cortesano de Castiglione, a la vez que lo ubica en el esquema masoquista de Žižek. La discusión se elabora en torno a la relación entre la tradición literaria del amor cortés y la masculinidad en la figura de Romeo. Primero, se analizará cómo la masculinidad de Romeo se concibe feminizada por suscribirse al modelo cortesano partiendo del estudio de escenas del segundo y tercer acto. Luego se observará cómo el modelo cortesano contrasta con el modelo caballeresco o militarista representado por Mercutio y Tybalt; y cómo ambos modelos forman parte de una masculinidad triangular que, sin satisfacer al sujeto, perpetúa el control patriarcal.
En su ensayo “Did Women Have a Renaissance?”, Kelly (1984) establece el Renacimiento como una época en la cual el canon discursivo domesticaba a las mujeres, y aunque les otorgaba cierta autonomía espiritual, su posición frente a la autoridad masculina era de subordinación y dependencia. También discute la relación entre la creciente importancia de la castidad femenina y la desexualización de su representación literaria en el amor cortés. Esta espiritualización del amor y su vinculación al matrimonio responde a la pérdida de poder de la clase noble, es decir, a la transición del vasallaje a la servidumbre como modelo de organización social. El modelo de servidumbre subordina a la mujer a su marido o padre, al igual que los hombres son súbditos del monarca (1984: 36-40). Los conflictos de Romeo son ejemplos de esta transición.
Por otro lado, en su ensayo “Courtly Love, or, Woman as Thing”, Žižek (2001) plantea que sólo con el surgimiento conceptual del masoquismo fue posible identificar la economía libidinal del amor cortés. En el esquema del amor cortés la mujer es el objeto del deseo, más el lugar que ocupa está vacío. Como la dominatrix la mujer en el modelo cortés es distante y parece tener poder sobre el hombre, pero es el hombre quien establece las reglas del juego y por lo tanto quien tiene el control. La violencia está latente en este esquema amoroso y se desata cuando el hombre no quiere o no puede ejecutar su rol. Según Robert Appelbaum, la masculinidad está atada por un double bind que la hace oscilar (1997: 252); la dificultad de representar su rol es inherente a la masculinidad.
La aparición del estado moderno supuso la reformulación de las relaciones sociales entre los hombres y las mujeres, y, entre éstos y su Señor. El cortesano de Castiglione es discutido por la historiadora Joan Kelly como ejemplo de esta reformulación que unía el amor neo-platónico a la familia patriarcal y vinculaba el amor al matrimonio (Kelly citado por Jordan, 1990: 40). El modelo de comportamiento de Castiglione daba a la clase noble, que había perdido poder económico y político, cierta autonomía, pues, según Kelly, “…[ ] the problem of the sixteenth-century italian nobility, like that of the English nobility under the Tudors, had become one of obedience”. (1984: 42-43) La obediencia es pieza clave de la transformación del vasallaje a servidumbre que se traslada del ámbito social al literario. El amor cortesano, que en la Edad Media mostraba mutualidad entre los géneros y cierta libertad sexual de las mujeres pasa a privilegiar el amor espiritual y a limitar la sexualidad al matrimonio. Estas ideas confinaban a la mujer al espacio doméstico, donde debían servir a su marido y ponían al hombre noble en una situación similar respeto al príncipe; éste debía usar su “encanto” o charm para servirlo y lograr sus favores. Castiglione viste a su cortesano con características femeninas como la discreción, la complacencia y la buena apariencia (Kelly, 1984: 44-45). El Romeo de Shakespeare cumple con varios aspectos del modelo de El cortesano de Castiglione. Su enamoramiento de Julieta es de orden sexual pero lo expresa en un leguaje idealizado que lo transforma en amor espiritual.
En la célebre escena del balcón, Romeo dice: “La noche con su manto me oculta a las miradas; / que me encuentren aquí si no llegas a amarme” (2.2. 203).[1] Romeo ha saltado el muro del jardín invadiendo la casa de los Capuleto y alega que prefiere la muerte a ser rechazado. La clandestinidad del encuentro sugiere que el acercamiento de Romeo es de índole sexual: “No sé llevar el rumbo, pero, aunque tú estuvieras / sobre la inmensa orilla de unos mares lejanos, / por una joya así me arriesgaría” (2.2. 203). En estos versos Romeo reitera sus intenciones al tiempo que lisonjea a la joven. Este tipo de lenguaje vinculado a la poesía de Petrarca otorga a Julieta poder sobre Romeo a la vez que la distancia y cosifica. Las palabras de Romeo son aduladoras para ganar el favor de Julieta tal como las de un cortesano hacia su Señor y como son las de Julieta para convencer a Romeo de que se case con ella: “Si he de creer en tus votos de amor, / si me deseas como esposa, dímelo mañana” (2.2. 209). La dinámica entre los sexos mostrada en la escena del balcón pertenece a la tradición literaria del amor cortés que, a su vez, responde a la relación de servidumbre que fundamenta las teorías de Castiglione.
En la cuarta escena del segundo acto, Mercutio se mofa de Romeo “¡Oh, carne, carne! ¡Pero si te has vuelto pescado! / Parece recién salido de un verso de Petrarca. Una fregona / es Laura al lado de su dama, aunque ella tuviera mejor / amante que la rimase…” (2.4. 229). Mercutio ve en el enamoramiento de Romeo la huella del petrarquismo y lo asocia con la falta de virilidad. Después de un duelo verbal entre Mercutio y Romeo, en el que abundan los juegos de palabras y las alusiones sexuales, Mercutio se da por vencido: “¡Así me gustas! ¿No es mejor esto que ir lloriqueando / por amores? […] / Ese amor absurdo tuyo / semejaba a uno de esos necios que corren, arriba y abajo, / buscando donde clavar… el acero” (2.4. 233). Mercutio, que inicialmente critica la retórica de Romeo, termina por aceptar su habilidad verbal, aunque insiste en burlarse comparándolo con un mal espadachín. La habilidad verbal de Romeo se asocia con lo femenino, en oposición al poder fálico de la maestría en el manejo de la espada.
Los escritores de la época que teorizaron sobre la diferencia sexual valoraban las cualidades que se pensaban características de la mujer sobre todo en el ámbito público. Algunos, como Erasmo de Rotterdam defendían la igualdad espiritual de las mujeres pero afirmaban que debían ser guiadas por el hombre de la casa. Erasmo pensaba que la mujer tenía libre albedrío pero que debía ser subordinada al hombre. Este pensador, como otros humanistas, veían la familia como “a diminutive image of the state” (Jordan, 1990: 40); además, Rotterdam, fue el primero en relacionar la obediencia de la esposa a la obediencia que deben todos los cristianos a sus gobernantes (1990: 62). Romeo es ambivalente en este sentido, si bien su “encanto” lingüístico lo feminiza y lo subordina a las autoridades que lo gobiernan, sus actos no son obedientes del todo.
El matrimonio de Romeo se funda en el amor y el consentimiento como lo preferían los defensores del libre albedrío y los ideales neo-platónicos, esto lo pone en conflicto con la autoridad de su padre. La desobediencia de Romeo también apunta a la imposibilidad de conciliar dos modelos de masculinidad distintos. Aunque la obra se desarrolla en una imaginada Verona, podemos identificar su situación política con la de la Inglaterra isabelina. La riña de los Capuleto con los Montesco se asemeja a la situación que describe Robin Headlam Wells argumentando, “…[D]uring the last years of Elizabeth’s reign […] there was deep unrest at court as political rivals jostled for power in an atmosphere of slander, calumny, and backbiting”. (2000: 10) Ante este cuadro, hombres de la aristocracia, como Robert Deveraux, propusieron la restauración de los valores militares. El coraje y el arrojo, valores tradicionalmente masculinos, servirían para garantizar el honor y la justicia (2000: 11). Este tipo de hombría proviene de los códigos de caballería que se originaron a partir de la organización feudal. Este modelo feudal se oponía al humanismo de Erasmo, que deploraba la guerra (2000: 14). Romeo intenta abandonar el modelo militarista pero está rodeado por él.
En el tercer acto, la escena de la reyerta contrasta la masculinidad de Tybalt y Mercutio con la de Romeo. Tybalt desafía al joven Montesco, pero éste no quiere llegar a la violencia física:
— TYBALT - Mancebo, no hay excusas para las ofensas
que me infieres. En guardia pues, y desenvaina.
— ROMEO - Nunca, ninguna ofensa os inferí,
antes bien te amo más de lo que imaginarías
sin conocer la razón de ese amor mío.
Buen Capuleto, quedad contento pues vuestro nombre
es tan querido para mí como el mío propio.
— MERCUTIO - ¡Oh que vil sumisión paciente y deshonrosa!
Decidme esto alla stoccatta. ¡Tybalt!
¡Cazarratas! Sí, tú, ¿quieres bailar?
Desenvaina (3.1. 265)
Romeo emplea la palabra para convencer y evitar la pelea con el primo de Julieta. Tybalt toma esta evasión como una renovación de la ofensa e insiste en el duelo. Romeo reitera su amor, por lo que Mercutio se avergüenza y decide enfrentarse él mismo a Tybalt. Mercutio y Tybalt luchan, Romeo se interpone y dice: “Os lo ruego, señores, evitad la afrenta, / Tybalt, Mercutio, el propio Príncipe / prohibió la reyerta en nuestras calles” (3.1. 267). Inmediatamente Tybalt hiere de muerte a Mercutio. La negativa de Romeo a tomar las armas, su rechazo a los ideales caballerescos del honor y la hombría que Tybalt y Mercutio valoran más que su vida, obedecen al deseo del Príncipe de pacificar ambas familias. Aun así, la invocación de la autoridad viene acompañada de la muerte; ni la masculinidad cortesana ni la hombría caballeresca llegan a buen término.
Romeo no logra evitar el enfrentamiento, involuntariamente participa en la muerte de su amigo, su masculinidad feminizada no le sirvió para resolver satisfactoriamente la situación. Thomas Moisan comenta que con las vicisitudes que pasa Romeo, “…[ ]we are reminded that the prescriptions of gender in the play are never so volubly invoked as when the illusion of patriarchal control has been destroyed, and that the main function of these prescriptions is to impose an artifice of patriarchal authority”. (2014: 130)
La resolución trágica de este altercado manifiesta la fragilidad de la estructura patriarcal que se sostiene en la diferencia de género. Ante la muerte, cualquier tipo de masculinidad es una especie de máscara que no protege ni satisface. El intento fallido de Romeo de apaciguar a Tybalt y a Mercutio acudiendo a la autoridad del Príncipe muestra la falsedad de esta autoridad. La autoridad no salva a Mercutio ni a Romeo, ni logra reconciliar las familias. Sin embargo, Romeo se culpa por la muerte de su amigo. Para corregir su falta, decide empuñar la espada. Mata a Tybalt incorporando el modelo masculino que antes había evitado. Justo cuando la estructura patriarcal se tambalea y expone su artificialidad, los roles de género se reafirman.
La transformación momentánea de Romeo en espadachín vengador sugiere el double bind de la masculinidad que propone Robert Appelbaum;
Masculinity is not a single thing they can get a hold of, although they are constantly under pressure to do so. Masculinity is rather a regime, triangular in structure; the triangle is constituted by a pair of masked positions of incommensurate sites, in pursuit of which the subject, operating from the third position, the position of the subject-self, is doomed to vacillate. (1997: 256)
Romeo se mueve dentro de este esquema, su yo es impelido hacia dos lugares contrarios. De un lado, la masculinidad cortesana, llena de atributos femeninos, asociada al amor por Julieta y a la paz del Príncipe; del otro, la masculinidad caballeresca, con valores tradicionalmente masculinos, asociada a la violencia física y a la reyerta entre las familias.
Al analizar la artificialidad del orden patriarcal propuesta por Moisan y la masculinidad triangular de Appelbaum hallamos puntos de encuentro con la teoría del amor cortés masoquista de Slavoj Žižek. Según Žižek:. “…[W]e are dealing with a strict fictional formula, with a social game of ‘as if’, where the man pretends that his sweetheart is the inaccessible Lady”. (2001: 91) El amor cortés y el masoquismo comparten una estructura similar en la cual el hombre hace como si se sometiera a la voluntad de la mujer pero es él quien establece las reglas. La mujer es puesta en el lugar de la “Cosa”, que se concibe inaccesible para ocultar su vacuidad. Este lugar o superficie vacía es donde el hombre proyecta su ideal narcisista (Žižek, 2001: 91-94). Las dos posiciones del triángulo de Appelbaum también son proyecciones narcisistas inalcanzables y sin substancia que justifican y movilizan el yo. Moisan describe el control patriarcal como una ilusión, lo cual corresponde con la teatralidad y etiquette del masoquismo y del amor cortés. La violencia emerge cuando la ficción del patriarcado queda en evidencia o cuando el sujeto se niega a aceptar su rol en el juego masoquista; es decir, cuando la norma se quiebra o el guion se traspapela, como ocurre en la escena de la reyerta. Si la masculinidad funciona como un espejismo idealizado del yo, la retórica masoquista del amor cortés valida la masculinidad poniéndole nombre de mujer. Perseguir y amar a su Señora es lo mismo que buscar su masculinidad. Ambivalente, Romeo intenta verse a sí mismo, su Señora inaccesible e idealizada, es la masculinidad.
Las transformaciones sociales, políticas y económicas que ocurrieron durante el Renacimiento alteraron los modelos de género vigentes hasta ese momento. Así, también, cambiaron sus representaciones en los textos literarios. En Romeo y Julieta de Shakespeare, se problematizan estos roles de género, Romeo es presentado como un nuevo tipo de hombre que es destruido por intentar cambiar viejas tradiciones. Su relación con Julieta lo suscribe a las teorías expuestas en El cortesano de Castiglione que vinculaban el amor con el matrimonio. Su desdén por la reyerta y su habilidad retórica son muestras del charm que se requiere de un buen cortesano. Romeo intenta ser un buen cortesano, pero esto lo feminiza ante un mundo dominado por masculinidades tradicionales. Sin embargo, como hemos discutido, la relación de servidumbre representada en el amor cortés es un fingimiento narcisista del sujeto, que se imagina sometido, para eludir el hecho de que el objeto de su deseo, la “Cosa”, no existe. Cuando este fingimiento se quiebra, por la inconformidad del sujeto con su rol, se produce violencia. El orden patriarcal instrumentaliza el lugar de la “Cosa” y lo equipara a la masculinidad, así los distintos modelos masculinos forman sujetos ambivalentes o insatisfechos que mueren en el intento de cambiar o hacer real la máscara del género. Por esta razón, el hecho de que Romeo aparezca feminizado en relación a sus congéneres, no significa que su masculinidad se evada de los preceptos patriarcales de la época que sostenían la diferencia de género y la superioridad masculina. La masculinidad presentada en Romeo y Julieta está enmarcada por la tradición literaria del amor cortés que se transformaba al entrar en la temprana modernidad dando contigüidad a ideas patriarcales.
Esta obra teatral sigue siendo una de las más leídas y representadas. Su lectura desde una perspectiva feminista permite analizar la interacción entre los textos literarios y los discursos de género que presentan. Al estudiar Romeo y Julieta entendemos mejor los conceptos de género actuales y la posibilidad de su transformación.
Bibliografía
Applebaum, Robert. ‘Standing to the Wall’: The Pressures of Masculinity in Romeo and Juliet. Shakespeare Quarterly. 1997, 48(3), 251-272. Digitalhttp://www.jstor.org/stable/2871016
Jordan, Constance. “The Terms of the Debate”. Renaissance Feminism. Ithaca: Cornell University Press, 1990. Print.
Kelly, Joan. Did Women Have a Renaissance? Women, History and Theory: The Essays of Joan Kelly. Chicago: University of Chicago Press, 1984. Print.
Moisan, Thomas. ‘O Any Thing, of Nothing, First Create!’: Gender and Patriarchy and the Tragedy of Romeo and Juliet. Dorothea Kehler and Susan Baker(Editors) In Another Country: Feminist Perspectives on Renaissance Drama. Metuchen: Scarecrow, 1991. 113-36. Print https://books.google.com.pr/books/about/In_Another_Country.html?id=G1QZvmJu5XkC&redir_esc=y
Shakespeare, William. Romeo y Julieta. Madrid: Ediciones Cátedra, 1988. Impreso
Wells, Robin H. Shakespeare On Masculinity. New York: Cambridge University Press, 2000. Print.
Žižek, Slavoj. “Courtly Love, Or, Woman as Thing.” The Metastases of Enjoyment: Six Essays on Women and Causality. London: Verso Books, 2001. Print.
Notas
[1] Todas las citas de Shakespeare fueron sustraídas de la edición bilingüe de Ediciones Cátedra, incluida en la lista de obras citadas.
Revista [IN]Genios, Volumen 2, Número 2 (FEBRERO, 2016).
ISSN#: 2374-2747
Universidad de Puerto Rico, Río Piedras
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