Deseo, repugnancia y feminidad: dos lecturas existenciales de la novela Madame Bovary

Jashiel J. Resto Quiñones
Departamento de Filosofía
Facultad de Humanidades, UPR RP

 

Resumen:

Este artículo plantea dos acercamientos filosóficos sobre la novela Madame Bovary (1856) de Gustave Flaubert. En la primera parte de mi ensayo se expone que Emma Bovary es la persona que desea y el objeto de su propio deseo. Esta particularidad resulta en la muerte del personaje. En la segunda parte se cuestiona qué significa ser “femenina” en el contexto de esta novela. Lo femenino, se argumenta, debe ser una condición que parte de la existencia y que se concreta en las acciones determinadas por la sociedad.

Palabras clave: Madame Bovary, deseo, repugnancia, feminidad, muerte

 

Abstract:

This article proposes two philosophical readings about Gustave Flaubert’s Madame Bovary (1856). In the first part of my essay I present Emma Bovary as both the desiring subject and the object of her own desire. This results in the character’s death. In the second part we analyze what it means to be “feminine” in the context of this novel. The feminine, it is argued, must be a condition that starts from existence and that takes shape in the actions determined by society.

Keywords: Madame Bovary, desire, disgust, feminine, death

  

En su novela Madame Bovary, Gustave Flaubert presenta el relato de una mujer inusual para su época (1856). Como estudiante de Filosofía, me he interesado en este clásico literario del siglo XIX pues su heroína y sus circunstancias presentan una conducta humana que puede ser utilizada para crear un análisis filosófico sobre el ser humano, su naturaleza, su ser social y su conducta. En este ensayo examinaré dos temas desde la óptica de la Filosofía. Primero, analizaré el deseo y la ambición: ¿cómo se presentan estos dos elementos? ¿Qué personajes los ejemplifican? ¿Qué rol juegan estos elementos? Luego, partiendo del hecho de que la novela comienza y termina sin la protagonista, el segundo tema versará sobre las implicaciones de la feminidad: ¿Qué es lo femenino en esta novela y cómo se representa?

Deseo, ambición y repugnancia

¿Qué sería una novela sin deseo? O, mejor dicho: ¿qué sería una novela sin personajes que tengan la capacidad de desear? Siguiendo a Ortega y Gasset, sería la deshumanización del arte; la deshumanización de la novela en este caso (“La deshumanización del arte”). Sin embargo, debo confesar, que sería sumamente difícil (al menos para mí) pensar en una novela, en tanto novela en sí, sin personajes o algún elemento que represente el deseo. El deseo de vivir o el deseo de morir; el deseo de hablar o el deseo de callar; el deseo sexual o el ascetismo; pregunto nuevamente, ¿qué sería una novela sin deseo? Debemos considerar el deseo, en su general y ambiguo significado, como parte esencial de una novela. Es en torno ello que Madame Bovary se desarrolla como lo que es: res cupiditas.[1]

En esta novela Gustav Flaubert presenta el relato de Emma Bovary, una joven hermosa, que contrae matrimonio con Charles Bovary, un hombre desapasionado. A causa de tal matrimonio, y otras circunstancias no menos importantes como su ideal romántico, su carácter aventurero, entre otras circunstancias, la obra muestra la decadencia emocional, psicológica y existencial de Emma Bovary. La primera parte de la novela presenta cómo Charles conoce a Emma, contraen matrimonio y detalla la primera decepción que tiene Emma consigo misma y con su matrimonio. Un viaje a un pueblo llamado Yonville se relata en la segunda parte, donde la protagonista se enamora de dos hombres: León Dupuis y Rodolfo Boulanger. Además, en esta parte Emma da a luz a una niña, Charles se ve atrapado económicamente y, en consecuencia, Emma se ve a sí misma muy disgustada, con repugnancia hacia su esposo, hacia la vida y hacia sí misma. Ante muchos problemas y la falta de deseo en Emma, la tercera y última parte expone la angustia de Madame Bovary que la lleva a suicidarse. Luego, Flaubert le dedica unas últimas páginas de esta parte a presentar a Charles, su esposo, en decadencia emocional y existencial que lo lleva, de igual modo, a la muerte.

Hallamos en esta obra que el epicentro del deseo es la dama Bovary. Podemos verlo en cómo nuestro autor presta mucha atención en la personalidad de ella. Un ilustrativo ejemplo es cuando la señora Bovary, atraída por el vizconde, no puede olvidar ese baile que significó la cercanía de la satisfacción de su deseo y esperó muchísimo tiempo esperanzada de que su esposo recibiría otra invitación, pero eso no sucedió. El narrador lo describe de la siguiente manera:

El recuerdo de aquel baile fue una ocupación para Emma. Cada miércoles se decía al despertar: “¡Ah, hace ocho días... hace quince días..., hace tres semanas, yo estaba allí!” Y poco a poco, las fisonomías se fueron confundiendo en su memoria, olvidó el aire de las contradanzas, no vio con tanta claridad las libreas y los salones; algunos detalles se le borraron, pero le quedó la añoranza. (Flaubert 141)

Aquí se muestra una línea muy fina entre el deseo de Bovary de tener al vizconde y todo lo que él implicaba (riquezas, aventuras, París, etc.) y la ambición desgarradora de ser la razón de su deseo mismo. Son nuestras ambiciones insatisfechas las que se convierten en vinagre que pasa por nuestro paladar.[2]

La distinción en este caso es muy importante. El deseo presupone el que desea y lo deseado, es decir, el sujeto que desea y el objeto del deseo (que a su vez puede ser un sujeto). Por lo tanto, hay una actitud de posesión: el sujeto debe poseer u obtener el objeto del deseo. Sin embargo, la ambición es el deseo en su máxima expresión, a saber: el deseo existencial. ¿A qué me refiero con esto? Me refiero a que el ser que desea se vuelve él mismo el objeto del deseo: es ser-el-deseo. Esto implica tener en sí mismo la reciprocidad entre los elementos relacionales del deseo: deseante/deseado. Dicho de otro modo: deseo el objeto del deseo; pero yo, a la vez, soy objeto de deseo; por lo tanto, me deseo a mí mismo. Esto se convierte, como se puede ver, en un ciclo. A mi parecer, la señora Bovary quiere ser el deseo mismo: ya no quiere ir (tener) a París, sino ser París, o lo que es lo mismo, que París esté en ella. No vemos el extremo de la ambición en estas primeras dos partes de la novela, que es consumada en el acto del suicidio (parte 3); sí contemplamos aproximaciones, como en la primera parte, por descuido físico, Emma termina en enferma y con debilidad física.[3] Está claro, pues, que la señora Bovary es una persona de carácter paradójico: se angustia por la imposibilidad de conseguir lo que quiere, pero aun así no vacila en tratar de conseguirlo. De esta manera se termina convirtiendo en su propio “no-desearse”.[4]

¿Por qué el deseo de Madame Bovary es tan intenso? Para adentrarnos en esta pregunta, hay que hacer distinciones entre los tipos de deseo. A saber: el deseo como motor o imperativo biológico; el deseo generado por necesidad; y el deseo reactivo o por repugnancia. El primero es el deseo natural y muy usual en el ser humano; este es el desear-porque-sí. Es parte de nuestra naturaleza. El segundo es el deseo que tengo a partir de una necesidad. Este es el caso cuando tengo una causa que su efecto es el deseo. Por último, el deseo reactivo o repugnancia (el que nos compete aquí) es aquel deseo que es a partir de su antónimo, el cual lo llamo aquí repugnancia. Es este el deseo que nace por un “no-desear” intenso, o repugnancia, de una cosa; y a raíz de aquí se desea algo distinto o contrario a lo repugnado.[5] Por tal razón, puedo afirmar, el deseo generado por repugnancia es muy fuerte debido a que la repugnancia en sí misma tiene una fuerza intrínseca que pasa a ser fuerza del deseo generado por la misma.

La repugnancia de la señora Bovary nace de su relación con Charles. Esta es la causante o generadora de los deseos tan fuertes e intensos de Bovary. Entonces, el objeto deseado, generado a partir de la repugnancia, se convierte un “desquitarse”: remite directamente a deshacerse de la repugnancia. Pero, cuando esto no se consigue, viene la angustia. La repugnancia no pudo ser “vencida” o deshecha; y el ser, Bovary en este caso, termina revolcándose en la repugnancia que pretendía destruir. Mas Bovary no pretende rendirse: sigue tratando de “desquitarse” entablando relaciones con León y Rodolfo. Su primera relación termina en repugnancia. En la segunda, el objeto del deseo no es capaz de sobrepasar en intensidad su relación con Charles y su condición de mujer oprimida; en otras palabras, no es capaz de superar su repugnancia. Mientras la imposibilidad de Bovary de deshacerse de su repugnancia parece quedarse en eso, una imposibilidad, podemos tener otro punto de vista. Charles es el repugnante desde la perspectiva de Bovary. Sin embargo, desde el punto de vista de Charles, Bovary es el objeto de su deseo, generado por el deseo mismo. En Charles hay una ceguera fundamental: él no puede ver que el objeto de su deseo se deteriora. Esto constituye, a su vez, otro elemento que aumenta la angustia de Madame Bovary. Al fin y al cabo, todo remite a ella, la que pretende ser sujeto y objeto de deseo; pero termina siendo no-sujeto, no-objeto… Termina siendo nada.

Esta reflexión demuestra, a mi juicio, la relación complicadísima que Gustav Flaubert introduce entre el deseo y la ambición y cómo los personajes ejemplifican estos elementos. Flaubert utiliza el mecanismo dialéctico-hegeliano (tesis – antítesis – síntesis = [tesis]) para exponer en su novela lo que hemos explicado: el proceso del deseo desde el personaje de Madame Bovary. Solo hemos considerado el concepto del deseo y la ambición (en general), y estos a partir de Madame Bovary y su relación con Charles (en particular). No obstante, se pueden producir diferentes escenarios y, en efecto, más observaciones sobre el deseo y la ambición analizando cada personaje en su particularidad o en relación con Madame Bovary. En fin, esta novela nos ofrece una concepción filosófica/existencial sobre lo que es el deseo y la ambición que, además de ayudarnos a teorizar literariamente sobre los personajes, nos da herramientas para lidiar con nuestra existencia o, como muchos la llaman, la vida cotidiana.

Lo femenino y sus implicaciones existenciales

¿Qué es “lo femenino”? Por el concepto de feminidad o “lo femenino” me refiero a una condición existencial a la que un ser, una persona, está adherido, en este caso, inevitablemente. Es inevitable porque en el siglo XIX era inconcebible separar el aspecto biológico del aspecto social. Por lo tanto, ser femenina consiste en una condición que, de alguna forma, determina el sentido que una persona le da a su existencia y cotidianeidad; y, en efecto, tal sentido se concretará en las acciones de tal individuo. Por esta razón, la feminidad también puede referirse a un conjunto de acciones (modos de presentarse) determinadas por el individuo femenino, pero, de igual modo, culturalmente predeterminadas por la sociedad en donde se encuentra. En la novela, las predeterminaciones culturales se ejercen sobre las acciones totalmente individuales, controlando las primeras estas últimas. No obstante, aunque se pueda concebir estas acciones aisladas de una cosmovisión de la existencia, sería un error separar este conjunto de acciones de su origen, a saber, una forma y condición de la existencia misma.[6]

Emma Bovary representa muchas cosas: el deseo y sus relaciones; el carácter romántico y su decadencia, el sujeto y sus limitaciones existenciales, entre otras cosas. En esta sección, partiendo de lo dicho anteriormente sobre lo femenino, trabajaremos con Emma Bovary como representante de la feminidad. ¿Se puede hacer eso? Estas son algunas las razones por las cuales justifico mi postura: 1) Emma Bovary es la protagonista; 2) hay una alta gama de personajes masculinos[7]; sin embargo, Flaubert no le presta tanta o igual atención a sus características como a las de Madame Bovary; 3) es historiográficamente corroborable que hay una estrecha similitud entre el estilo de vida de las mujeres, francesas y burguesas, en el siglo XIX y el estilo representado por Flaubert en su personaje principal. Estas tres razones son, a mi juicio, intersubjetivamente válidas para todo lector de esta novela.

Habiendo justificado mi postura, puedo deducir conclusiones de la misma. La novela Madame Bovary, como he dicho anteriormente, comienza y termina sin Emma Bovary. ¿Qué puede implicar esto con respecto a la feminidad? Por lo tanto, lo femenino en Madame Bovary tiene un comienzo y un fin. Si lo femenino tiene un comienzo y un fin, también es válido decir que lo femenino tiene una causa. La causa, utilizando las teorías de Michel Foucault, son las relaciones de poder. Una relación de poder: “es una manera en que ciertas acciones modifican otras. Lo cual es decir, por supuesto, que algo llamado Poder, con o sin letra mayúscula, que se asume que existe universalmente en una forma concentrada o difusa, no existe.” (Dreyfus y Rabinow 252). El poder es, pues, un asunto de actos con respecto de las relaciones que se dan entre individuos o colectivos. Y en la novela Madame Bovary la feminidad se experimenta como una falta de poder constante.

En esta novela, podemos ver a la protagonista sumergida en diversas relaciones de poder en donde ella es la inferior. La miseria en la relación matrimonial de Emma Bovary; su crianza en un convento; su imposibilidad de satisfacer su deseo; en resumen, es un entorno opresor que construye a Emma Bovary. Desde esta perspectiva podemos constatar con razón el por qué Madame Bovary no quería dar a luz a una niña, sino a un niño. Bovary conocía las repercusiones, o más bien maldiciones, que sufriría su hija tan sólo por ser mujer: algo que ella no escogió libremente. La obra revela lo anterior dicho en las siguientes palabras:

Ella [Emma Bovary] deseaba un hijo; sería fuerte y moreno, le llamaría Jorge; y esta idea de tener un hijo varón era como la revancha esperada de todas sus impotencias pasadas. Un hombre, al menos, es libre; puede recorrer las pasiones y los países, atravesar los obstáculos, gustar los placeres más lejanos. (Flaubert 173)

Con respecto al hecho de que su hija es mujer, es decir, con respecto a la feminidad, el narrador continúa diciendo:

Pero a una mujer esto le está continuamente vedado. Fuerte y flexible a la vez, tiene en contra de sí las molicies de la carne con las dependencias de la ley. Su voluntad, como el velo de su sombrero sujeto por un cordón, palpita a todos los vientos; siempre hay algún deseo que arrastra, pero alguna conveniencia social que retiene. (173)

Estamos, pues, en una angustia ante algunos elementos fatalistas. Pudo ser de otra manera, no era necesario que Berta ni Emma fuesen mujeres; pero es el caso que ambas lo son. Mas para los efectos literarios, es necesario que Emma sea mujer. Si Emma hubiese sido hombre, o Rodolfo el protagonista, no cabría espacio para la novela misma. Hay, pues, una construcción de lo femenino por medio de una sociedad opresora. Y es, efectivamente, la opresión lo que crea esta quimera de “lo femenino”. Sin duda, podemos también añadir que es “lo masculino” parte responsable, una importante pieza, de la opresión que construye el artificio femenino.

Para finalizar, analizaré el aspecto existencialista de la novela. A mi parecer, Flaubert nos trata de decir algo sumamente sencillo: hay un momento donde no existimos (pre-vida) y habrá otro en donde dejaremos de existir (muerte); ¿qué hacer, entonces, en ese lapso intermedio al que llamamos vida? Este es un pensamiento que Epicuro defendió con respecto al miedo a la muerte. Este filósofo expresó: “Acostúmbrate a pensar que la muerte para nosotros no es nada, porque todo el bien y todo el mal residen en las sensaciones, y precisamente la muerte consiste en estar privado de sensación” (Epicuro 59).[8] Dicho de otro modo: ya que la muerte consiste en la privación de los sentidos, si hubo un momento en donde estuvimos privados de la vida −y efectivamente lo hubo, a saber, antes de nacer− siendo la muerte semejante a ese momento, no tenemos por qué temerle a la muerte que es un estado de no-sensación. Buitrago lo explica de la siguiente manera:

El bien y el mal nacen de la sensación, del saberse vivo, y si no hay tal sensación ya no habrá dolor, por lo tanto, no estará el mal en la vida del hombre. Cuando existimos, la muerte no está presente, y cuando ella está presente ya no existimos; así que, según lo enseñado por Epicuro, no hay motivo tal para temerle a algo que no estará presente mientras existamos en este mundo. (459)

Como dice Steinbock, hablando sobre la fenomenología de Husserl, el sujeto [trascendental] nunca muere:

The human being clarified according to its sense and meaning constitutive possibilities (and the limits to those possibilities)— cannot constitute its own birth and death. For this reason, Husserl suggests in a provocative note to his lectures concerning passive synthesis that transcendental life cannot die and cannot be born. (307)

Lo que Steinbock explica en este pasaje es que el ser humano consciente de sí mismo[9], es decir, que se tiene a sí mismo como objeto de su experiencia, no nace ni muere; pues si lo hace experimentaría la terminación de ellos (muerte) o la ausencia de los mismos (nacimiento). Fenomenológicamente, pues, el sujeto nunca experimenta su propia muerte. El miedo, entonces, sería la vida, el vivir, cerca del evento de la muerte.

Esta obra va más allá y le pregunta al lector: ¿qué hacemos en la vida? ¿Hay una teleología o un “para qué” de la vida? Al fin y al cabo, nos dice el narrador mediante Emma Bovary, la vida consiste en satisfacer nuestro deseo. Pero nacemos condicionados, arraigados a cosas en donde la voluntad es prisionera, y el azar dueño de las llaves que abren la prisión. Emma Bovary nace mujer y, por tal razón, está imposibilitada de satisfacer su deseo. ¿Pero acaso ella escogió ser mujer? La existencia es como Fortuna, aquella diosa romana que le da bonum fortuna y malam fortuna a las personas sin medir o examinar caso alguno (Martin 2005). La existencia es ciega, al igual que Fortuna. Así la existencia dotó a Emma de su feminidad y esto le trae angustia porque es (somos) impotente ante lo existencialmente inevitable. Emma tiene (tenemos) una condición humana que es angustiosa y contradictoria: la vida es para satisfacerse a sí, es un ciclo egocéntrico; pero es la misma existencia, que nos lleva a la vida, la que nos dota de condiciones que no nos permiten asirnos de la vida misma y de su “para qué”. Es aquí donde comienza el “por qué existo”. Y de esa aseveración pasamos a no querer existir y se termina en el suicidio. Emma Bovary se suicida, pues, por el hecho de que le tenía más miedo a la existencia y la vida que a dejar de existir.

Hemos visto como Gustav Flaubert encierra múltiples problemas filosóficos en su novela Madame Bovary. La novela es, en estructura y contenido, una obra cercana a problemas socioculturales, políticos, filosóficos, entre muchos otros. La novela se convierte en un asunto de interés en la medida en que presenta, relatada de forma literaria, la conducta humana y, por lo tanto, da pie a teorías sobre la conducta o la ética. Siguiendo los pasos de Emma Bovary nos podemos acercar a ideas éticas como el epicureísmo y las teorías sobre el poder de Foucault, así como a aproximaciones sobre la naturaleza del deseo y el pensamiento ontológico. Sin embargo, debo cuestionarme: ¿Acaso son las obras literarias potencialmente cuerpos de ideas de los cuales podemos extraer teorías éticas válidas? Debo concluir que la obra maestra de Gustav Flaubert haría a muchos responder con un rotundo “sí” a esta interrogante.

 

 

Bibliografía 

Agamben, Giorgio. Estancias: la palabra y el fantasma en la cultura occidental. Valencia: Pre-textos, 1995.

Beauvoir, Simone de. The Second Sex. H. M. Parshley (ed.). London: Lowe & Brydone Printers, 1956.

Buitrago, Diana. “La concepción de la muerte en Epicuro.” Escritos. 20.45 (2012). 457-464. https://search.proquest.com/docview/1348760526/fulltextPDF/BB530DB51830435DPQ/1?accountid=44825

Butler, Judith. Gender Trouble. New York: Routledge, 2006.

___. Sujetos del deseo. Reflexiones hegelianas en la Francia del siglo XX. Buenos Aires: Amorrortu, 2012.

Camus, Albert. El mito de Sísifo. Buenos Aires: Losada, 2004.

De Man, Paul. The Paul de Man Notebooks. Edinburgh University Press, 2014.

Dreyfus, Hubert L. y Rabinow, Paul. Michel Foucault: más allá del estructuralismo y de la hermenéutica. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 2001. 249-257.

Epicuro. “Carta a Meneceo.” Epicuro. Obras. Jufresa Monserrat (trad.). Barcelona: Altaya, 2007. 57-67.

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Foucault, Michel. The History of Sexuality. New York: Pantheon Books, 1978.

Martin, René. “Fortuna.” Diccionario. Mitología griega y romana. Carolina Reoyo (ed.), & Alegrí Gallardo (trad.). Espasa, 2005. https://www.derechopenalenlared.com/libros/diccionario_de_mitologia_griega_y_romana.pdf

Ortega y Gasset, José. “La deshumanización del arte.” Obras completas de José Ortega y Gasset, Tomo III, sexta edición, Revista de Occidente, 1966. 353-385. http://mercaba.org/SANLUIS/Filosofia/autores/Contempor%C3%A1nea/Ortega%20y%0Gasset/Obras%20completas/Tomo%203.pdf

Porter, Laurence M., and Eugene F. Gray. Gustave Flaubert's Madame Bovary: A Reference Guide. Greenwood Publishing Group, 2002.

Silverman, Hugh J. Philosophy and desire. Routledge, 2014.

Steinbock, Anthony. Generativity and the Scope of Generative Phenomenology. Donn Welton.

“The New Husserl: A Critical Reader.” Indiana University Press, 2003. 289-325.

Unwin, Timothy, ed. The Cambridge Companion to the French Novel: from 1800 to the present. Cambridge University Press, 1997. 

 Notas:

[1] Alusión a los conceptos cartesianos: res cogitans/res extensa.

[2] Este análisis versa sobre el deseo y no sobre la melancolía, aunque esta, sin duda alguna, se relaciona estrechamente con aquel. Para una lectura sobre el tema de la melancolía véase a Agamben, Estancias.

[3] A pesar de las distintas reflexiones hechas sobre el suicidio, me atengo y acerco a lo que Albert Camus afirma sobre el suicidio, a saber, que es el resultado de la incapacidad humana a encontrarle el sentido a la existencia propia y de responder preguntas que requieren un sentido o un telos. Para una lectura sobre el pensamiento de Camus sobre el suicidio véase Camus, El mito de Sísifo.

[4] Este trabajo observa de cerca el modelo y el marco teórico de Judith Butler en su obra Sujetos del deseo. Reflexiones hegelianas en la Francia del siglo XX. No obstante, este ensayo presenta diferencias fundamentales con el trabajo de Butler. El presente escrito tiene como objetivo reflexionar el problema del deseo y la feminidad, condicionada por la existencia, desde una obra literaria, mientras que Butler, en su obra, hace un análisis socio-histórico y filosófico sobre el género en una época y lugar específicos. Véase la obra mencionada anteriormente para una comparación más exhaustiva.

[5] Es importante notar aquí que no se sigue necesariamente que, si hay repugnancia, entonces se desea algo distinto o contrario a lo repugnado. Puede darse el caso en que no haya deseo en absoluto, pero sí repugnancia. También es relevante notar que no es necesario que de la repugnancia se genere un deseo contrario u opuesto a la repugnancia, pero hay una posibilidad de que se genere uno distinto.

[6] Simone de Beauvoir expresa acertadamente este concepto de la feminidad como algo existencial cuando dice que “uno no nace, sino que se convierte en, mujer”. Véase De Beauvoir, The Second Sex (273). Para una lectura más amplia sobre el tema de sexo y género en relación aproximada de lo que aquí se afirma, véase a autores como Judith Butler, Gender Trouble; Michel Foucault, The History of Sexuality.

[7] Una posible lectura posible sería cómo las tres mujeres principales del texto (la madre Bovary, Emma Bovary y la esposa de Homais) representan una trinidad (madre, hija y espíritu santo) en donde la hija muere, pero, en contraposición con la tradición cristiana, la madre odia a la hija.

[8] Epicuro afirmaba que era absurdo, en el sentido más general y cotidiano de la palabra, tenerle miedo a la muerte, ya que hubo un momento donde no existíamos y, por lo tanto, no éramos.

[9] El sujeto trascendental es el sujeto que tiene como objeto de su experiencia a sí mismo. Dicho de otro modo, el sujeto trascendental es el sujeto que se piensa a sí mismo como sujeto que experimenta cosas, que siente cosas.

Revista [IN]Genios, Vol. 5, Núm. 2 (abril, 2019).
ISSN#: 2374-2747
Universidad de Puerto Rico, Río Piedras
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Posted on April 13, 2019 .